Lic. Mario Burgos
Buenas noches. Me cuesta pensar sin
moverme [risas]. El PRIM Lanús es un programa de residencia integrada
multidisciplinaria, esto quiere decir que integra enfermeros comunitarios,
médicos generalistas, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales. En total
son 40 en el caso de Lanús. Hay cuatro programas PRIM en la provincia de Bs As.
A mi criterio, ésta debería ser la formación
de todos los residentes de salud del país, pero en realidad no superan
los cien. Es decir que somos un porcentaje mínimo de la provincia y en el país
hay muy pocas experiencias similares, lo que hace que el resto de los
residentes continúen en su formación de residencia con la que tienen en sus
universidades -cada cual la caracterizará a su modo-, que creo que siguen
siendo absolutamente parciales.
Este PRIM tiene dos referencias
institucionales. Una es el Hospital Narciso López, relativamente relacionado
con su comunidad, a tal punto que aunque sea provincial, la gente lo conoce
como “el vecinal”. Lógicas del conurbano: llamar a las cosas por lo que no son,
pero que de todas maneras son. Este hospital, que iba a ser cerrado, fue defendido por la
comunidad y quedó así como el vecinal
para la gente. El otro punto de referencia es la Unidad Sanitaria 1° de mayo,
situada en Villa Sapito, límite entre Avellaneda y Lanús. Es probablemente una
de las zonas más pobres de Lanús y tiene una especie de anexo, que es la Unidad Sanitaria La
Maquinita. En esta Unidad, que era
un comedor medio convertido en unidad sanitaria
por la incorporación de algunos profesionales, se despliega nuestra mayor parte
de atención al padecimiento mental. Ahí
se fueron organizando talleres, en el
comienzo, por inquietud comunitaria de un psiquiatra y una psicóloga. De algún modo se plantea -se lo mencionaba en
el panel anterior al Dr. Galli- una
“mininvasión” a los barrios. Hay gente que vuelve de las instituciones
psiquiátricas a los barrios. La vuelta tiene que ver probablemente con una política
de las mismas instituciones, con la falta de cupo, pero también porque la gente
vuelve. Y este psiquiatra, la psicóloga y progresivamente los residentes, tuvieron el buen tino de decir: “Abrimos
consultorio y en el mientras tanto, tratemos de ver que necesitan decir y qué
saben hacer los que van viniendo...”. Al punto que en este momento tenemos una
serie de talleres, uno de carpintería por ejemplo, atendido por pacientes.
De los 60 pacientes con diagnóstico de
psicosis, un 30% tiene el trámite de discapacidad hecho. Otro 30% tiene alguna
contención familiar y otro 30% va y viene de situaciones de inestabilidad
varias. A estos pacientes no los “hicimos” psiquiátricos nosotros, ya venían
caracterizados así: 60 de ellos inclusive tienen diagnóstico de psicosis y
alguna cosa parecida y 50 tuvieron más de una internación, básicamente en el
Estévez, las mujeres, y en el Borda los varones. Actualmente el Evita, que es
un hospital general, tiene un cupo para 18 pacientes para crisis temporarias.
Esa es la estimación, aunque ya se va instalando una continuidad en algunos.
Algo a tratar: si hay gente que desde que se abrieron estos consultorios, tiene
una crisis temporaria y sigue allí, podría estar reproduciéndose la
manicomialización en otras instancias. Me voy a referir a este tema más
adelante porque es mi ocupación y preocupación principal.
Retomo el tema de los talleres. El taller
de macramé, origami, tejidos tiene 60 participantes. Hay uno de cocina y
camaradería en el que en realidad no aprenden a cocinar, sino que traen cosas
para compartir con los demás, por eso el nombre -un día café, otro tortas
fritas o lo que fuere. Hay otro de lectura y escritura y otro de bijouterie, de
15 participantes cada uno.
Esto de la interdisciplina, la
multidisciplina y la visión integral de la salud suena muy lindo cuando se
presenta, pero es una fuente de conflictos permanente. Una de las
características más interesantes del equipo de salud es que vive en conflicto.
Hay una disputa entre las disciplinas, y dentro de las disciplinas, entre los
quienes tienen responsabilidad de conducción y los residentes. En la
complicación no deja de ser interesante, porque de alguna manera traslada a
nuestro espacio el conflicto y la gente sigue viniendo.
Las 150 personas rotan, de manera que 85
por lo menos vienen todas las semanas, en dos días que son los martes y los
viernes. Uno de los grandes conflictos tiene lugar con la psiquiatría, porque
por un lado la idea es que haya interacción, paridad entre las disciplinas, no
subordinación, etc. Pero por otro se le reclama que tenga todo controlado y resuelto.
En general hemos tenido, desde que me
hice cargo del PRIM hace un año, un año y medio, un par de derivaciones e
internación temporaria que tienen que ver con situaciones de importante amenaza
de suicidio. Es el único motivo por el cual la internación se evaluó como
necesaria y afortunadamente en un caso la persona ni siquiera fue al Estévez,
termino derivada a un hogar. Se trata de una persona que combina una cierta
situación de precariedad con un consumo intenso y prolongado de anfetamina y
otras drogas y va y viene constantemente de esa situación.
Hecha la presentación general, les señalo
que con el paso del tiempo, a medida que se comienza a discutir la Ley, el Plan
y además, teniendo en cuenta que nuestro espacio es privilegiado en el
conurbano bonaerense -ni siquiera en todos los hospitales públicos se da un
espacio en el que se junten quince trabajadores de la salud mental –, empezamos
a discutir la producción de un Plan de salud mental para toda el área
geográfica. En general todos estos pacientes son del área, pero en la medida en
que se van comunicando -cuando van a buscar la medicación al Estévez o por
vinculaciones familiares- empiezan a venir de Quilmes, de Florencio Varela, de
zonas bastante distantes y se hacen habitués. Una cosa que quiero mencionar
porque va a tener importancia para lo que diga después es que la mayoría de
esta gente fue a votar, votó. Retomaré esto más adelante.
Acoto aquí que sabíamos que en el barrio
hay muchas más personas con padecimiento mental que las que estábamos
atendiendo. Se cumple esto de que la gente pobre se enferma más, aunque uno
quisiera que no..
Cuando empezamos a discutir la
construcción de un Plan de salud mental, realmente la situación se fue
complicando. Tuvimos dos, tres meses de discusión hasta que alguien -no
específicamente de salud mental- plantea ¿por qué se había propuesto un plan de vinculación, acompañamiento y
trabajo con personas en padecimiento
mental y no uno integral que abarque toda la salud?
Quisiera al respecto compartir algunas
reflexiones sobre este punto que tiene que ver con el tema de la implementación
de la ley. La respuesta implica varios aspectos y esto en lo que avanzo es ya de
índole personal.
Aclaro que no me posiciono desde fuera de lo que voy cuestionar. Soy un
profesional de Salud Mental, pero también me crié en el pueblo de Torres, el pueblo de la Colonia Montes
de Oca (me acabo de encontrar ahora entre los presentes con el hijo de un
compañero de escuela primaria. Es hoy encargado de comunicaciones de la
Colonia)
Mi viejo se jubiló en esa Colonia como
responsable de la portería, en el tiempo de los militares. Antes estuvo a cargo
del pabellón (los llamaban “villa”) 8, el de quienes trabajaba en el tambo, la
usina, etc., de alguna manera los más capaces, productivos. Se jubiló por los
militares por muchas cosas, pero básicamente porque después de tener que ir varias
veces a visita a varias cárceles, descubrió que entre lo que él veía en el
manicomio y lo que él padecía en la cárcel no había diferencia. Y si la había,
era “a favor” de la cárcel. Los presos políticos eran muy respetados por los
carceleros, eran odiados, maltratados, torturados, asesinados, pero muy
respetados, porque en general eran considerados gente con una capacidad
intelectual y organizativa muy superior a la del personal del SPF, todo lo
contrario a la consideración que recibían los internados, los alienados,
como se los llamaba en la colonia en aquel momento. Mi viejo -perdón la
autoreferencia- era un desocupado petrolero convertido en enfermero por las
facilidades que daba este tipo de institución para adquirir la profesión
practicando directamente con los pacientes. Afortunadamente para aquellos su
vida le permitió acceder a un nivel de sensibilidad mayor que la media y esto
se traducía en mayor humanidad en el trato.Bien,
prácticamente pase la mitad de mi niñez y la adolescencia vinculado a ese
establecimiento. Eso no quiere decir que mis razones sean válidas, sólo que
tengo alguna experiencia sobre lo que comento.
¿Por qué un plan
de salud en el espacio comunitario?
1- Un elemento de oportunidad. La ley de Salud Mental, su compromiso de implementación y promoción,
pueden abrir una grieta importante por la que marchemos hacia una nueva
subjetividad en la que pueda incluirse, de un modo que aún no podemos descifrar,
todo aquello que estuvo silenciado, trastocado y sepultado por el dispositivo manicomial y los desarrollos asociados.
Entonces, tenemos la Ley. Una
demostración de que no necesariamente las cosas van de abajo hacia arriba. Este
es un hecho burocrático, que podemos a aprovechar o no, es nuestra decisión.
Viene desde lo institucional, por más que hayamos militado antes movimientos de
presión. Lo cierto es que, en este momento, encontramos una oportunidad
burocrática que otros movimientos de presión no lograron.
2- Un elemento de marco social.
¿Por qué hacer esto en el barrio?
Porque, a diferencia de otras medidas de inclusión que ha producido este
gobierno, La Ley no tiene un sujeto social fuerte.Y las leyes y la inclusión no
se sostienen sin un sujeto social que lo provoque.
A diferencia de otras medidas de inclusión, ni la ley ni el programa cuentan con un
sujeto social capaz de sostener las transformaciones y confrontaciones que
abriría el desarrollo e implementación de un nuevo paradigma.
Yo estoy en esta actividad pero también
trabajo con personas viviendo con VIH desde 1985 y realmente creo que es un
buen ejemplo de cómo la constitución de un sujeto social obtiene cosas, pero
además las sostiene cuando las condiciones burocráticas generadoras han
desaparecido.
O la asignación universal por hijo: no
solamente es una decisión inclusiva del gobierno, sino que está precedida por
toda una trayectoria de reclamo de los gremios y del sistema sindical
argentino, de la estructura sindical,Tiene detrás todas las organizaciones
sociales que se conformaron con desocupadas y desocupados, de modo tal que
cualquiera de nosotros está casi seguro de que venga el gobierno que venga en este
país -a menos que pasen cosas muy extraordinarias- va a tener que recoger esa
inclusión. Señalo aquí la existencia de algo que todavía no se produjo: el
reconocimiento de que la AUH es una devolución del Estado por los años que el
Estado neoliberal hambreó a la sociedad. Es una indemnización
del Estado a los sectores sociales que fueron excluidos por políticas del mismo, no es un beneficio.
Hay una visión de beneficio por el proceso burocrático que la genera, porque
queda borrado el hecho social que la precede. Lo retomaré después, pero
anticipo: ni la Ley ni el Plan de SM tienen referencia alguna al término ciudadanía. Veremos que algo se significa
cuando una ley
trata un tema pero no lo nombra.
Del mismo modo, la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de
Identidad Sexual están precedidas por luchas y organizaciones que por lo menos
se remontan a la década del 70 y que además no son solo nacionales, porque gracias
a la globalización también vienen del afuera hacia adentro. En estos casos, la
modificación de prácticas institucionales, sociales, y la que se produce en la
propia subjetividad que genera este tipo de legislación, está sostenida por un
sujeto que pelea. De modo que nosotros podemos ver que hace 20 años a las
marchas del orgullo gay iban unas cuarenta personas de las cuales unos cuantos
éramos curiosos, y en este momento son multitudinarias, y va a seguir siendo
así. Perdonen la digresión, pero cuando entra el FLH -Frente de Liberación Homosexual-
a la Plaza de Mayo, el 25 de mayo de 1973, eran diez, quince personas, y
alrededor de esas diez personas se hizo un anillo de vacío. Nos agregamos
algunos que reconocimos en el grupo al líder de ese proceso, Néstor Perlonger,
por su condición de homosexual militante y porque era el jefe de organización
del cuerpo de delegados de Filosofía y Letras, lugar donde se estudiaba
psicología en aquel tiempo.
Volviendo, digo que los profesionales y
el ámbito profesional no alcanzamos para
construir ese sujeto social. Está demostrado: las experiencias alternativas de
los ´70, como el Estévez, Entre Ríos o Córdoba, o las más recientes, han sido
efímeras o han tenido poca capacidad para proyectarse a nivel nacional.
El sujeto de la desmanicomialización
debemos buscarlo entonces entre las personas con padecimiento mental y quienes
están vinculadas con ellas. Un problema es que
hay muy pocas posibilidades de identificación, porque la locura forma
parte de un dispositivo de segregación.
Pueden observar que entre las grandes demonizaciones modernas la
segregación de las personas con padecimiento mental tendió a equiparar o
superar el nivel de la sufrida por las disidencias políticas, la población
GLTTB o las personas viviendo con vih.
La locura - esto también hay que
recordarlo- es una construcción profesional, el fruto de la institución y del
dispositivo manicomial. No quiere decir que no exista, sino que tiene un marco
y una forma de ser presentada a la cual estamos todas y todos sometidos desde
el mismo momento en que tomamos contacto con ella. Y hasta tanto no se
construya un sujeto social de este espacio
humano vamos a seguir derivando en la misma actitud aunque intentemos
hacer otra cosa.
La constitución de un actor social del padecimiento mental, con lo de
rechazo que esto implica, reclama
acciones que revinculen a estas personas con sectores con los que puedan
potenciar su inclusión; familiares, allegados, su medio geográfico de origen,
personas con las que jueguen identificaciones vinculadas a la exclusión. El reclamo de reparación posible del daño
infringido por el Estado y el ámbito sanitario en particular no sería un
componente menor de la gestación de ese sujeto.
El lugar de Lanús en que se inscribe la residencia, Villa Sapito, parece
viable para intentar un aporte local a este proceso. En sus habitantes se
condensan las formas múltiples de la exclusión 1976/2003 y buena parte de las
personas que comparten el espacio de La Maquinita, están vinculadas a aquellos
por lazos de familia y/o vecindad.
Volviendo a los Trabajadores de Salud Mental y nuestras disciplinas,
repito que no podemos sustituir a las personas con padecimiento de mental. Esto
tiene que ver con el tercer motivo
3 - Un elemento de
responsabilidad e involucramiento.
El tercer elemento que justifica el
pensar un programa comunitario es que los trabajadores de la salud mental no
somos ajenos al proceso de destrucción que generó el sistema manicomial, somos
parte de ello, nos formamos en la misma perspectiva por más que hayamos
trabajado en contra.
Y la manera de romper esto no es solo
epistemológica. El contacto y la interacción con estas personas en el espacio en
que pueden ser menos débiles, esto es en sus propios barrios, en su propia
comunidad, es la manera política de intentarlo. Para romper con el paradigma de
la locura actual, necesitamos que estas personas se empoderen, de algún modo
vinculadas a sus familias, a sus barrios, que se generen circuitos de
identificación que hagan que otros excluidos los contengan y los devuelvan a un
marco colectivo de ciudadanía. Por supuesto que esto va a ser muy
confrontativo, no hay duda.
¿Por qué hacerlo? Por ellas y ellos y por nosotros. Los profesionales
también somos parte del dispositivo que
dejó a esas personas sin ciudadanía, el que generó la justificación para ese
despojo, en el que se generaron prácticas de alienación que construyeron la
locura tal cual la conocemos. Y ese dispositivo, el manicomial, del cual el manicomio es hoy por hoy la parte más
visible, la más desagradable y por tanto la más fácil de cuestionar y dejar
atrás, el dispositivo manicomial está aún intacto, persiste en
nuestras prácticas y abordajes, en el objeto que construimos, en las
corporaciones en que nos referenciamos y llevará bastante tiempo de ejercer nuevas
prácticas, en un marco social y en
vinculación con un actor no subordinado, para que se den las condiciones para
la construcción de nuevas relaciones, nuevos conceptos y nuevos abordajes.
El sistema manicomial sigue vigente como
estructura teórica, como concepción ideológica y como estructura material, y además en tiene como marco un
sistema de salud que fundamentalmente está basado en la perspectiva de
trasladar recursos sociales y públicos desde el sistema público al privado.
Este es el problema. Estamos expuestos por lo tanto a un proceso que ante
cualquier cambio de perspectiva política puede generarnos una serie de pequeños
psiquiátricos convertidos por obra y gracia del trabajo de tabicamiento(en
anexos–clínicas, hospitales de día, etc.) de instituciones generales donde el
paciente vuelva a ser sentado en una silla a dormir.
Nuestras disciplinas necesitan de estos nuevos actores y nuevas
condiciones para que podamos repensar el padecimiento mental a la luz de esas
experiencias
Pongamos, como ejemplo, las elecciones 2013. En algunas instituciones se
promocionaron entre los pacientes. En Cabred, Estévez, Ramos Mejía (La Plata), Taraborelli
(Necochea), 250 manifestaron su deseo de votar y lo concretaron. También 4 en
El Sauce, Mendoza, otros en Melchor Romero (PBA). Es un paso, pero un paso de
gigante hacia la recuperación de ciudadanía por parte de estas personas.
Se invocó en esta actividad un párrafo de la Convención internacional de los derechos de las personas: "participar plena y efectivamente en
la vida política y pública, en igualdad de condiciones que los demás”.
Detengámonos en esta definición, de ésto los había excluido el dispositivo manicomial. En primer lugar de su
condición de ciudadanos y a partir de allí,
de los derechos que ella implica
El 24 de marzo de 2004, un presidente dijo: "vengo a pedir perdón de parte del Estado argentino..." Fue además de un hecho político, un
hecho sanitario. El más importante
y de mayor alcance que se haya producido en esta última década y no
viene de nuestras profesiones sino del ámbito político. Ese día, el Presidente de la Nación le dice a la sociedad
argentina que le quiere pedir disculpas en nombre del Estado argentino por las
barbaridades del genocidio. En un mismo gesto (continuado por el “no les
tengo miedo” y la bajada de los cuadros, Néstor Kirchner mensura la magnitud de
un crimen como el genocidio, identifica a los culpables, establece la
responsabilidad del Estado como único espacio y sujeto con el poder suficiente
como para impedir, perpetrar o castigar un crimen colectivo cometido por la
totalidad de sus aparatos represivos, suprime el "todos somos
culpables" por el “puedo acompañar,
reclamar, difundir lo que se haga por memoria, verdad y justicia" y
con todo ello hace un corte, tan amplio como es posible, entre estas
aberraciones del poder y nuestras culpas
individuales más primitivas, aquellas que sostienen nuestra sociabilidad,
nuestro acceso al amor y a la
productividad.
Nuestras profesiones de Salud Mental, desde cada profesional individual
hasta las corporaciones, aún le debemos
ese corte a todas las personas con padecimiento mental, a aquellas que quizás
puedan disfrutar algo de lo que se abre con la nueva legislación, también a quienes no pudieron verlo. Como
aquel gesto junto a la ESMA, éste gesto es necesario para construir una nueva
sociabilidad, en la que aquellos que viven algún padecimiento mental queden
dentro con pleno derecho. Nueva sociabilidad en la que la locura, relativamente
librada de las mil formas de violencia
con que se la quiso sepultar, se ofrezca en su diferencia a una nueva mirada,
nuevas relaciones, nuevas posibilidades de vínculo.
Estamos aquí seguramente, entre la parte profesional que ha bregado por
los cambios que hoy se viven, pero creo que no alcanza si vamos hacia ellos
prescindiendo del papel histórico de las profesiones en las que nos
referenciamos.
Ellas brindaron los argumentos, mediante la figura del "”incapaz"” y las mil
construcciones que empujaron a la locura
fuera de lo humano y habilitaron la sustracción de ciudadanía.
Hay una noción común en todas las
noseologías que se han creado
sobre la locura: los que nos consideramos cuerdos
habríamos accedido a algo -orgánico,
simbólico o experiencial- de lo que carecen quienes la padecen. Ello
establecería en ellos/as una subjetividad precaria, limitada. En términos
freudianos, la casi imposibilidad de amar, producir y socializar que
caracterizan la vida humana.
Otro elemento casi universal es reconocer que las personas con
padecimiento mental encuentran a nuestro mundo tan amenazador como ajeno e
inaccesible.
Por último, compartimos el reconocimiento de la ciudadanía como fuente
de identidad en las sociedades modernas. Quien no accede o es excluido de ella
entra en un cono de invisibilidad, aislamiento y exclusión que lo expone a
todos los males.
Aún no encontramos el modo de que aquellas personas accedan a lo que les
falta ni estamos seguros de saberlo. Cambiar el mundo por completo también nos
queda lejos, pero sí podemos hacer algo por ellas: restituirles de modo fundado
su ciudadanía y con ello eliminar
aquello que el Estado, su sistema de salud y nuestras profesiones hicieron para
suprimir la subjetividad de estas personas y para que el mundo les resultara
más extraño e inhóspito. Y reconocer, como condición para que también nuestras
profesiones puedan librarse de aquello que nos hace más inabordable la locura,
qué hicieron estas profesiones para justificar
las prácticas e instrumentos con los que se amplificó el padecimiento
mental y se completó la desubjetuvación de tantas personas. A saber: retiro de
documentos, chaleco de fuerza, baños de presión con agua fría, electroshock,
shock químico, lobotomías, uso de medicamentos comprobadamente inútiles,
prácticas sexuales forzadas por imposibilidad de acceder a prácticas
consensuadas, etc. Reconocer todo esto incluso quienes no creamos ni realizamos
algunas, pero igual convivimos con ellas.
Por supuesto que se trata de un imperativo moral, pero entiendo que es
la vez la condición para que nuestras profesiones den un salto a la medida de
lo que la nueva Ley habilita.
Vicente
Galli
Voy a ser muy breve. Mario Burgos dijo
muchas cosas muy importantes. Creo que la Ley Nacional de Salud Mental, desde
el momento que encara todo esto vinculado con la salud mental, apoyado en los
derechos humanos y en la defensa de los derechos de los ciudadanos a mantenerse
como tales, engancha totalmente con esta perspectiva. Lo que falta es
justamente hacer la vinculación con la
formulación desde los derechos humanos, y lograrlo. Pero justamente la
experiencia de lo que se ha avanzado en el país desde que se formularon los
derechos humanos como una promesa, como un pedido, como un deseo, más todo lo
que se ha trabajado y se sigue trabajando y lo que sigue apareciendo, como los
archivos secretos en la aeronáutica, por el trabajo insistente de una cantidad
de gente que al final logra convencer para que alguien dentro de la fuerza diga
por fin “ahí adentro hay algo escondido que sirve”, da cuenta de lo que va a
ser la larga lucha para adelante y de lo que se puede ir logrando... Una sola
cosa más sobre una de las múltiples
cuestiones de las que habló Mario. Antes hablamos de experiencias dentro de las
lógicas manicomiales intentando cambiarlas, en la comunidad intentando que la
gente no vaya al manicomio, y entre las cosas que planteó Mario, está la
experiencia de la gente que vuelve del manicomio al barrio, que ahí hace algo,
y mucho. Y parece que se puede hacer y bastante. Una de las cuestiones
vinculadas con la ciudadanía es tener trabajo. Creo que esos talleres son
también una posibilidad de comenzar a ver cómo se puede organizar algo que se
produzca como actividad donde el ciudadano tenga alguna ganancia por lo que
hace. Es una manera de ganar ciudadanía.