domingo, 23 de mayo de 2010

Dr. Gustavo Castaño

Agradezco la oportunidad de esta invitación a los organizadores. La verdad es que es un honor compartir este foro que comienza hoy. Un debate complejísimo, arduo, difícil, pero absolutamente necesario. Comparto muchas de las cosas que se dijeron. Voy a asociar libremente (es un tic de mi proveniencia psi) y espero que lo que se produzca aporte algo al debate. Trataré, en esta asociación libre, por provenir del campo de la salud mental y estar en el trabajo de gestión político-clínica cotidiana en la provincia de Santa Fe, de transmitirles algo de lo que estamos intentando construir hace años.
Hoy se ha citado varias veces a Gramsci, se han aludido conceptos que provienen de Gramsci. Me parece que, en esta cuestión de la salud, parte fundamental del debate que tenemos que dar es un debate por el sentido, por lo que Grüner, tomando a Gramsci, llama debate por las hegemonías hermenéuticas: cómo una sociedad se interpreta a sí misma, se imagina, se vivencia. Lucha por la producción de sentido en el juego de esas interpretaciones. Yendo a los trabajadores de la salud, cuál es el sentido de nuestras prácticas, para qué hacemos lo que hacemos y, en tanto el oficio de cada uno es un modo de vivir -diría Ulloa-, para qué vivimos como vivimos. En este orden de cosas, me parece que dentro de esta propuesta de pasaje de mercancía a Derecho, en la consideración de la salud, es imprescindible que demos también el debate en el terreno de las palabras, de la cultura, de la producción de sentido: aunque no lo vamos a ganar sólo con palabras, no será sin ellas.
Correlativamente, me parece que el gran tema es cómo se construye el sujeto político- clínico que va a dar semejante batalla, porque estamos ni más ni menos que apuntando a una de las industrias más grandes –se ha mencionado vastamente- y además a una cuestión sumamente naturalizada. Y uno de los cauces que abona la reproducción del sistema, y que no se ha mencionado hasta ahora –por lo menos en el que no se puso énfasis- es la Universidad. Las universidades, sea para formar médicos o psicólogos -me parece que en esto no hay mucha diferencia, José Carlos- siguen formando para el ejercicio de la profesión liberal y por lo tanto producen vendedores de servicios que van a ofrecer sus capacidades, su especificidad más o menos reduccionista, más o menos amplia… Pero sigue la hegemonía del positivismo y de la reproducción capitalista a través de estos vendedores de servicios. Y yo creo que esto es parte de lo que nos complica tanto la gestación de ese sujeto político. Porque si no parte de los trabajadores de la salud ¿de dónde parte? como en el caso del proceso que se dio por la ley de Medios… Discutíamos hoy con compañeros de ATE que en la Coalición por una radiodifusión democrática fueron gestando un sujeto político que en determinado momento posibilitó –es cierto que entró en la agenda del Estado, que hubo un gobierno que le hizo lugar, pero hacía años que venían batallando- que se diera un debate que toca intereses importantísimos y que tiene mucho que ver con la construcción de hermenéuticas… es decir: los medios de comunicación producen subjetividad. Producen sentido y producen valores: lo que es lindo, lo que es feo, lo que es bueno, lo que es malo…esos sí que forman, que nos forman... Y sin embargo ese debate se está dando… ¿Y por qué en salud no hemos podido? Parece que los trabajadores de la comunicación van construyendo en las agremiaciones, en las asociaciones de pequeños medios, en el fenómeno que se expresa en la generación de radios comunitarias… Me parece que los médicos, los psicólogos, tenemos todo un tema a remontar, y que ese tema, la Universidad, no es menor. Hace poco me invitaron a hablar en la inauguración de un postgrado en la carrera de clínica institucional y comunitaria y se trataba de indagar sobre las políticas que intentamos desarrollar, y que tienen que ver con esto, con el pensar el derecho a la salud o la salud como derecho y no como mercancía –y eso ya nos pone realmente en una posición contrahegemónica. Y desde allí, me preguntaban, ¿Qué le pedimos a la universidad que la universidad no está dando? Yo no le pediría nada –no le voy a pedir peras al olmo-, yo me preguntaría cómo hacemos para construir la universidad que necesitamos. Es parte de la construcción del Estado que necesitamos, de la construcción política -político clínica si hablamos de salud- que necesitamos… Y no estamos muy fuertes en ese aspecto de la construcción. Es cierto lo que decía Hugo, hay muchas experiencias más o menos micro o meso que son interesantes. Creo que es fundamental que nos encontremos, que intercambiemos, que se vaya formando una red que apunte a la gestación de ese sujeto político-clínico que va a defender esta posición contrahegemónica y que va a dar estas batallas en las representaciones sociales y a tocar los intereses que tiene que tocar. Me parece que en la universidad, obviamente, también hay experiencias interesantes, pero son mucho más pequeñas y la cuestión de la reproducción del profesional liberal es un tremendo problema, por lo menos en nuestra experiencia.
Se ha hablado mucho hoy de presupuestos económicos, de los recursos humanos que se necesitan y muchas veces faltan, pero muchas veces tenemos los recursos, pero qué calidad, qué clínicas, qué prácticas… Insisto con este ida y vuelta entre la política y la clínica porque “dime qué clínica promueves y te diré qué política estás sustentado”. Se trata de la situación singular que expresa el padecimiento, de la demanda, de cómo se gestionan esos recursos sutiles de la subjetividad, de la materialidad inmediata, de los recursos familiares y de la comunidad del que padece; de cómo se gestiona esa micro-política sutil que es la clínica, cómo se gestiona una estrategia compleja y singular… y bueno, te diré, entonces, que política estás llevando adelante. Porque si no, es verso: lo macro, no llega. Si hay una disociación absoluta entre lo que se establece como lineamientos generales, principios o modelos organizacionales y las prácticas cotidianas… Es un tema muy complejo.

Yo provengo –como contaba un poco Mario- de las luchas por la transformación de los manicomios y los que venimos de ahí sabemos perfectamente que los manicomios no son sólo presupuesto puesto en esas paredes, en esos muros, en ese encierro, los recursos humanos que abonan esa modalidad, etc., sino que son lógicas extendidas y que uno puede cerrar los manicomios y reproducir exactamente las mismas lógicas, las mismas prácticas sociales en pequeña escala. Es cierto que las macro - instituciones tienden más fácilmente a objetalizar a las personas. Pero hace poco que somos viejos, al revés que el compañero, y hemos visto como se nos manicomializan los dispositivos sustitutivos de la práctica manicomial y cómo, todo el tiempo, esta tendencia a la burocratización de las prácticas, a la objetalización de las personas insiste, insiste en un proceso que, presumo, nunca termina. La sustitución de las lógicas manicomiales no se produce de una vez y para siempre, es una construcción permanente.

Otro de los elementos que me pareció que no se incluyeron -y que creo también guarda alguna relación con las dificultades que tenemos para gestar un sujeto político que pelee por estos objetivos de la salud así entendida- es el de la cuestión difusa respecto a qué es la salud. La cita histórica que se hizo de Carrillo muestra a las claras que la producción de salud no es un problema de los técnicos de la salud ni del sistema de salud estrictamente, sino que tiene que ver con la producción de trabajo, de vivienda, de justicia social… Es decir, la producción de salud es una producción compleja y vamos y venimos pasando de la definición histórica de salud como ausencia de enfermedad a otra tan poco satisfactoria como la anterior, aquella del bienestar físico-psíquico y social que debe darse en el paraíso terrenal, porque en la tierra no se verifica nunca, ni aun en los sectores incluidos…

Estamos cerca del final. Retomo el tema de la fragmentación, aunque bajo otro sesgo, y doy un ejemplo psi: Psicólogos hay en el ministerio de salud y también en el de educación, en desarrollo social, en derechos humanos, en el ministerio de justicia, en el servicio penitenciario, en la policía… en casi todas las agencias del Estado… ¿Cómo se coherentiza eso? Quiero decir: la fragmentación no es solo del sistema de salud en su interior, sino que hay fragmentación en las políticas públicas: lo social por un lado, la salud por otro, justicia o seguridad por otro… Nosotros estamos poniendo mucho énfasis en intentar disminuir estos gradientes de fragmentación, superposición y disociación esquizofrenizantes, a través de la constitución de mesas a nivel central, regional y local, de lo que llamamos gabinete social. Se trabaja sobre políticas sociales complejas (que pretendemos integradas) a través del encuentro sistemático de los diversos Ministerios y de sus agentes regionales o locales… La fragmentación también tiene que ver con esto, pero vuelvo un instante a lo anterior: comienzo a pensar que hay algo en el concepto mismo de salud –que en realidad no llega a concepto- que abona todos los maniqueísmos… de algún modo nuestra indefinición, cierta debilidad conceptual, nos inhabilita, nos fragmenta también… Creo que hay que construir una constelación conceptual que soporte nuestras luchas político - clínicas respecto al apuntalamiento de la lucha por la vida… la salud como conflicto y elaboración. Y si por allí van nuestras definiciones, sobre qué es esto de la lucha por la vida, hay que profundizarlas...

Por último una sola mención sobre las subjetividades actuales. Son múltiples y es un reduccionismo hablar solamente en términos de subjetividad de los incluidos y de los excluidos. Pero de algún modo, siendo un poco grosero, porque no hay tiempo para mayores sutilezas, me parece que hay un problema muy grave en un porcentaje importantísimo de nuestra población, que son aquellos que no están afiliados a ninguna institución del Estado, ni a la escuela, ni al trabajo, ni a la salud. Es el porcentaje de la población que padece los problemas más graves y que no demandan asistencia al sistema. Hay una sobredemanda de los que están incluidos, o semi, sobre todo en el campo de la salud mental. Pero quienes padecen los problemas más graves no demandan, son traídos a las guardias, llevados a las comisarías, son recogidos de las zanjas y ahí se inicia la posibilidad de un contacto con el Estado, con la institución, con algún tipo de filiación. Por eso estamos poniendo énfasis muy fuerte en esto, en poder ampliar la clínica a partir de las urgencias, como oportunidad, para llegar a aprovechar al máximo ese punto de contacto con esta población y que ese contacto dé inicio a un vínculo que pueda profundizarse... Del lado de quienes están sobreadaptados, me parece que hay un problema grave también en la producción de subjetividad, que es esta convivencia con la crueldad: la clase media se abroquela, se siente insegura, incluso clase media baja… pero esa convivencia que es connivencia con la crueldad, con la expulsión del otro, no puede no retornar de algún modo a nuestra subjetividad, no puede no tener efectos deletéreos en la propia imagen, en la consideración de la dignidad de uno mismo, más aún si ciertas crueles verdades se reniegan. Esto que tan bien retrata León Gieco en su canción “El imbécil”, esa del tipo que cierra el vidrio cuando los pibes piden en la esquina, y después, como es un buen padre, le dice a los hijos cómo son y cómo deben ser las cosas… Bueno, me parece que la connivencia con un sistema brutal tiene también efectos nefastos en la subjetividad de los conniventes …

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