sábado, 20 de octubre de 2012


Horacio González



Tendiendo a cierto afán bibliográfico que la mesa justifica voy a leer algunos párrafos de “La teoría del hospital” de Ramón Carrillo. Es un libro que tiene un título muy sugestivo, creo que en ningún lugar del mundo se escribió un libro con este título y, efectivamente, como acabamos de escuchar aquí, la idea de que hay una teoría del hospital -es decir, que la palabra teoría puede ser adjudicada al hospital- le da al libro,  si no un rango, por lo menos cierto aspecto constitucional y hay que ligarlo inevitablemente con la constitución de 1949. El libro es de 1951, tiene prólogo de Perón. La Biblioteca Nacional recientemente sacó una edición.

El estudio de este libro sin duda atraviesa –yo no lo he leído todo, en gran parte es un libro de estadísticas que han quedado envejecidas - toda la discusión, tan interesante,  que ha habido en esta mesa. Me parece que hay un atrevimiento en Carrillo, coincido con lo que dijo M. Róvere. Quisiera saber si es abogado o médico, porque es un médico que habla como un abogado, pero me pareció que también puede ser un abogado que hablara como un médico. Esta pequeña humorada tiene que ver con cómo define Carrillo una relación fundamental que no está en ninguna constitución, que es la relación entre arquitectura y medicina.
Esta relación recorre todo el libro y no surge como evidencia empírica en ninguna consideración que hagamos de la medicina o de la arquitectura. “El punto de partida es muy simple, elemental diría, porque la arquitectura como la medicina tiende a un fin, el bienestar y la protección del hombre. Con la vivienda se protege el ser, con el hospital se protege la salud del ser, de ahí que vivienda y hospital, arquitectura y medicina tengan a través del tiempo una evolución paralela”. Esto podría ser aceptable, tiene que ver, nuevamente lo digo, con todo lo que se ha dicho acá en relación al poder del Estado, en relación a los domicilios, como en el famoso cuadro de Blanes que recordarán sobre la peste. El Estado entra al domicilio donde hay una persona muerta, tirada en el pasillo. Es un cuadro de 1871 -está en el Museo Histórico Nacional- muy interesante porque es el Estado mirando una situación médica que ocurre en el interior de las casas. En principio, esta relación entre arquitectura y medicina llama la atención porque no surge obviamente de ninguna consideración de la historia de la medicina ni de la historia de la arquitectura. Puesta así, plantearía dos derechos simultáneos, el de la salud y el de la vivienda y que tienen que tener rasgo constitucional, este libro lo sugiere así. Pero Carrillo va mucho más allá para constituir como una forma teórica la relación entre estas dos ciencias, dos ámbitos de la experiencia humana, dos ámbitos de conocimiento.

Ahora bien, ¿qué es la arquitectura?, ¿por qué un libro de medicina comienza preguntándose qué es la arquitectura? No es habitual que un libro de medicina comience preguntándose qué es la arquitectura. “La arquitectura es el arte y la ciencia de construir. ¿Qué es la medicina? Es el arte y la ciencia  de curar. Las dos, arquitectura y medicina, nacen como necesidades, siguen como arte y se organizan como ciencias -casi contemporáneamente- y desde la prehistoria la arquitectura nace en las cuevas, la medicina nace en las yerbas. Entre ambas existe un paralelo que voy a señalar con mayor precisión”.
Se hace más interesante porque es una historia de los conocimientos de la humanidad: en las cuevas nace la arquitectura y en las yerbas nace la medicina. Aquí hay una teoría de la cultura muy exigente; un constitucionalista no tiene por qué pensar esto, pero este hombre extraño trae conocimientos de un pensamiento que llamaríamos sistémico, en sus estudios durante la entre-guerra, en Alemania. Hay un rasgo de comunidad organizada que sostiene esta arquitectura. La expresión de la arquitectura como ámbito de conocimientos, así como la expresión arqueología, es trasladable a cualquier otro espacio donde se ejerzan saberes y toda la ciencia contemporánea hace ese deslizamiento.

El empleo de la expresión arquitectura está hoy en día en manos, en gran medida, de los informáticos -es habitual oír hablar de arquitectura informática- pero también es una expresión jurídica: la arquitectura jurídica. Vendríamos a llamar  arquitectura jurídica suprema a una constitución.

Entonces Carrillo comienza su libro, un libro absolutamente empirista que empieza con una teoría sumamente abstracta que, así como está, por lo menos en Argentina no la había escrito nadie. “En la medicina aparecen primero las normas asistenciales. Lo primero que el médico trata de realizar con el enfermo es asistirlo ante el hecho consumado, su enfermedad. Por eso yo llamo a la medicina asistencial, que es la primera forma, arquimedicina”. La utilización del prefijo “arqui” es interesante porque es un prefijo tipo “ley de leyes”, experiencia suprema, algo que está por encima de lo demás o algo que puede resumir todo lo que después se desplegará como caso particular, la arquimedicina. “Luego, con el transcurso del tiempo y los hallazgos médicos, se comprende la necesidad de defender al hombre de la enfermedad, de evitar el enfermo. Esta es la paleomedicina. En fin, ya en los tiempos modernos tenemos la neomedicina que tiende no solamente a defender al hombre de la enfermedad sino a atacar a ésta activamente. Más aún, la neomedicina toma al enfermo antes de que el enfermo exista, es decir, mientras el hombre está sano aunque se halle potencialmente enfermo. La arquimedicina es naturalmente empírica, la paleomedicina es accional, la neomedicina científica abarca todo el ser, el microcosmos, el mesocosmos y el macrocosmos”.

Los discípulos de Carrillo como Floreal Ferrara y otros que han leído este texto, creo que no lo citan mucho. No suele ser muy citado, de hecho las ediciones anteriores no se conseguían.
El libro introduce elementos de tipo constitucional en la noción de medicina con la expresión “arquimedicina”, que es atinente a la pregunta de si el saber médico es un saber del cual parte toda experiencia humana, si hay un saber médico anterior a la filosofía, anterior a la construcción de la vivienda y anterior a la guerra, incluso. La respuesta puede ser muy matizada porque en realidad es que sí, hay dos saberes equivalentes que surgen en forma simultánea: la arquitectura, construcción de la vivienda y la medicina o arquimedicina que surge con las hierbas que probablemente se cultivaban en las cavernas. De modo que es una teoría del desarrollo del hombre fuertemente humanista y con  un rasgo fuertemente sistémico también. Esto último no me gusta necesariamente y no lo veo aplicable hoy, aunque es importante meditar sobre eso.

Termino este párrafo, el último que voy a leer: “La arquitectura que corre pareja con la arquimedicina...” dice Carrillo… ¿Es un poco forzado esto,  o no? De alguna manera es la fundación de la moderna doctrina médica en Argentina, no leída necesariamente por los que se llamaron discípulos de Carrillo, por las asociaciones o agrupaciones, en general por el partido justicialista.

Ramón Carrillo da para muchas interpretaciones, yo escuché muchas cosas en contra que no las  comparto porque me parece un teórico de gran significación que aún puede permitir reconstruir la historia simultánea de las ciencias en Argentina, lo que inevitablemente hay  que hacer porque la historia de las ciencias -involucro en esto a las ciencias jurídicas- no deja de tener que ver con la posibilidad de una constitución que, si la llamamos emancipadora, tiene que tener estos elementos. Un saber constitucional, por otra parte, acepta y requiere metáforas de la arquitectura y de la medicina, siempre que no sean matáforas médicas oragnicistas, que cerrarían la experiencia abierta de lo social.

En Argentina ni la constitución del 19  -que hicieron los unitarios- , ni la del 26 que también hicieron las unitarios, ni la que hicieron los constitucionalistas del 53, ninguna se llamó emancipadora. Tampoco llamó así el peronismo a su constitución y por supuesto la reforma de la revolución libertadora no se llamó ni se llamaría jamás emancipadora. ¿Por qué ponerle esta expresión? Esta expresión supone un grado de utopismo en medio de saberes que aparentemente no serían utópicos. Por ejemplo, el saber jurídico al servicio de los derechos. Pero aquí hay un rasgo evidente en la teoría de la cultura que tiene cierto sabor emancipatorio, una cierta posibilidad del Estado de actuar enérgicamente en términos que hoy llamaríamos biopolíticos. Esta expresión no existía en ese momento, la hacen existir los filósofos franceses a mediados de los años sesenta o setenta y la expresión significa algo bueno y algo malo. En realidad los filósofos franceses la usan como algo malo, es decir, como una excesiva potencialidad del orden sistemático de los conocimientos de ordenar la vida, de patentar de algún modo la vida, el ciclo vital a través de artificios supuestamente manejados por las empresas, por los laboratorios y también por los Estados. La crítica a la biopolítica es un pensamiento de orden libertario. El libro de Carrillo tiene mucho de biopolítica, y además  es un libro gracioso. Carrillo era un chistoso, el lector de este libro puede percibir una cantidad de anécdotas de gran interés. Creo que él era santiagueño, un personaje contador de anécdotas, muchas muy interesantes y que tienen todas un núcleo teórico.

Continúo con el párrafo: “Los primeros médicos fueron en efecto sacerdotes -medicina sacerdotal- y la arquitectura fue al principio religiosa. En la Antigüedad, como en la Edad Media, los hospitales nacen anexos a los templos y son los religiosos quienes toman bajo su responsabilidad el cuidado del enfermo. Luego la arquitectura se racionaliza, adquiere una categoría superior, ampliando su radio de acción. Tenemos así una arquitectura sanitaria que entiende en los problemas conexos con la salud, el bienestar, el modo de vida, las necesidades higiénicas del ser y de la sociedad, la provisión de agua potable, el drenaje de las aguas servidas, el saneamiento del medio circundante.”. Todos son temas que rozan la índole constitucional de este escrito y también un rasgo higienista que era propio de la generación positivista, una generación higienista a la que Carrillo también pertenecía; porque este libro tiene aspectos tanto vitalistas como positivistas higienistas.  Sigo: “Los grandes acueductos de los romanos, los baños públicos, la cloaca máxima son expresiones de esta arquitectura sanitaria”. No voy a seguir leyendo porque creo que está claro. Después recomienda cómo construir grandes hospitales. El es contemporáneo de los grandes hospitales argentinos. Le convence el Churruca, no le convence tanto el Hospital Central Militar. Percibe que hay sistemas de circulación interna en el hospital y estos sistemas de circulación son parecidos a los del cuerpo humano. El edificio del hospital es como una metáfora de los cuerpos, del flujo sanguíneo, incluso. El hospital lineal es bien contemporáneo de la presencia de Carrillo, el hospital de niños inconcluso, que luego se transformó en el Albergue Warnes y posteriormente fue demolido para construir un supermercado, es el modelo de la arquitectura de Carrillo. Y en ese sentido quisiera defender esta  tesis que presenta el libro de Carrillo, que creo que tiene el atrevimiento que hay que tener desde el punto de vista de la arquitectura jurídica que avale una nueva constitución, porque pertenece a un campo paradójicamente muy moderno de los estudios sobre la relación entre grandes textos y grandes construcciones, entre la arquitectura, la medicina y hoy podríamos agregar la informática.
Este complejo de saberes evidentemente puede recibir el nombre de complejo de saberes emancipatorios: conjunción de saberes, de equivalencias que pueden hacer metáfora entre sí, que no sean saberes sobre la sujeción de los cuerpos sino saberes emancipadores realmente. Por ejemplo hay un gran estudio de Panofsky que en su momento fue muy leído que compara las grandes construcciones de las catedrales con la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Las grandes catedrales medievales, las grandes basílicas seguirían desde el punto de vista de la lógica arquitectural la misma lógica que tiene la deducción de las figuras de dios por parte de un razonamiento también arquitectónico de Tomas de Aquino. O sea: el mundo tomista sería el mundo de las catedrales. No considero estos pensamientos desacertados, pues aunque mantiene temas de índole conservadora, en el modo en que se deslizan metafóricamente hacia otros saberes hay elementos de lo que podemos considerar un juego emancipatorio con los conocimientos de toda índole.

Estos pensamientos llevan a una reflexión sobre cómo se reforman las constituciones, cuándo hay que reformarlas, quiénes las reformaron e incluso cómo se escriben constituciones en este sentido: surgen de las luchas políticas y coronan un proceso social y político, o también en el genio constitucional -tomo esto de lo que dijo Barcesat como reflexión que me sugiere esta mesa-, es una anticipación de los grandes esquemas jurídicos de carácter emancipatorio, porque si es emancipatorio hay una filosofía de la esperanza, se anticipa algo. Entonces es posible la pregunta de si la Argentina, el pueblo de la Nación Argentina, toleraría una reforma constitucional que sea la iniciativa para protagonizar acciones en terrenos que aún no están suficientemente desarrollados desde el punto de vista de las luchas sociales. Pongo como ejemplo el tipo de minería que se hace en Argentina. Es evidente que hay un tema ahí muy fuerte. Un tema muy fuerte porque la ley de glaciares fue vetada, después volvió otra vez y lo hizo medio disminuida. Hoy hay una Ley de Glaciares que la Corte Suprema de San Juan inhibe o intentó rechazar. La Corte suprema, finalmente -creo que es así- ordenó que se aprobara. Entonces, ¿la constitución emancipadora sería emancipadora porque organiza un núcleo de normativas en relación a los vínculos del hombre con la naturaleza que daría más fuerza a la protección de los glaciares, que es la protección de las fuentes de agua, la protección de la naturaleza, e inhibiría el modo en que ciertas corporaciones internacionales actúan frente a la naturaleza?

 Yo entiendo que esto es posible porque es un debate muy intenso en la historia constitucional argentina. Pregunto si hay muchos más abogados en la sala porque voy a decir cosas muy improvisadas. A mí siempre me llamó la atención el debate de la generación del 37 sobre la constitución de Rivadavia, que es la del 26, que retoma la del 19, que es la que ordena hacer el Congreso de Tucumán que se hace en Buenos Aires ante la amenaza militar que venía desde el norte. Hasta el 19 hay cierta amenaza militar y en el 19 sigue sesionando el Congreso de Tucumán, pero en Buenos Aires. Es una constitución netamente unitaria -también lo es la del 26- y fue criticada por toda la generación del 37. Sarmiento la critica por delirante, Echeverría también, Alberdi también. Papeles poco sujetos a la realidad. Eran figuras a las que cierto romanticismo les permitía juzgar el mundo constitucional como un mundo que adviene después de que las luchas sociales dan un veredicto sobre un tema, una relación social. Y les permitía juzgar que las constituciones no se inventan. Esa expresión proviene de la generación del 37. Rosas tuvo mucho que ver con la generación del 37, muchísima más relación que la que imaginamos, porque la época es una época muy compleja y todos los miembros de la generación del 37 debaten con los personajes del rosismo y en algunos casos debaten creando un espacio común, que fue muy fugaz pero que no por eso dejó de existir. Ese Rosas que tuvo que ver con la generación del 37 no es alguien que fuera partidario de la organización constitucional del país. Ese es un argumento de Urquiza, en 1851, cuando desconoce la plenipotencia de Buenos Aires para tratar asuntos internacionales y utiliza el argumento constitucional que venía de su principal asesor que fue  Juan Bautista  Alberdi, que era tucumano. Alberdi tenía un vínculo especifico con Urquiza que explica así ante la crítica de Sarmiento: “…es Urquiza el que vino a nosotros y no nosotros quienes fuimos hacia Urquiza”. La idea de la organización constitucional proviene de personas que no pensaban que había que hacer una constitución en el aire sino que ésta tenía que tener que ver con las fuerzas sociales. En el caso de Alberdi, muy específicamente, con las fuerzas productivas y con una división internacional del trabajo y con una suerte de gran recambio étnico en el país donde se abrirían las puertas a la inmigración, a la libre circulación de los ríos. La constitución que piensa Alberdi es contemporánea del cable submarino que se tiende entre Buenos Aires y Europa. De modo que Alberdi -digámoslo así- es un productivista. Es alguien que hace una fuerte condena al mundo militar -se expresa en su gran libro, El crimen de la guerra- y al mismo tiempo cuando piensa en el acero y en el hierro piensa en el arado y no en los fusiles. No es alguien fácil Alberdi, en realidad es un personaje de gran complejidad que tiene grandes visiones de una constitución que también surge de una batalla. Podríamos preguntar: ¿hay constitución sin una batalla militar que la preceda?  Esta que se está proponiendo hoy, emplea a veces la expresión “batalla cultural” y hay en Argentina un estado de beligerancia cultural o metafórica, como se quiera, que los defensores de la constitución emancipatoria esgrimen como algo necesario para establecer una constitución, con el carácter escrito que tiene una constitución, que no es cualquier escritura, que es una escritura meditada, es la arquiescritura, la escritura de las escrituras.

Entonces, antes de la constitución del 53 hubo una batalla, pero al mismo tiempo esa constitución tiene cierto espíritu liberal republicano utópico. Si la releyéramos hoy no serían desechables las formas de organización republicana. A mi juicio hay una tradición republicana social en Argentina, tiznada de aspectos jacobinos, que no hay por qué abandonar en un ámbito nacional y popular, y que sólo tendría que fortalecerse a través de la forma de recoger esa tradición. Y en ese sentido, la pregunta, respecto a la crítica de las constituciones que se hacen en el aire, sigue hacia la constitución del 49, que es una constitución que tiene detrás -muy explícitamente- el concepto de la comunidad organizada pero tiene un formidable artículo 40 que declara que son propiedad de la nación todos los yacimientos del suelo del país y todos los saltos de agua. Es un artículo formidable, hoy emancipatorio, pero que está siendo resistido por las provincias. La provincia de Neuquén acaba de rechazar un dictamen de Axel Kicillof respecto de avanzar un poquitito, no mucho, sobre la legislación actual, la de la constitución del 94 que anula -la del 53 no lo tenía- ese gran artículo 40. La constitución del 49 tiene -como dirían hoy los juristas- un plexo de derechos de gran importancia. Por primera vez hay derechos de sectores que no tienen derechos, son los llamados derechos específicos de sectores como la vejez, los derechos de la ancianidad, los derechos de la niñez. Pero no dice una palabra sobre el derecho de huelga -cuando hablemos de la constitución del 49 hay que decir que no es correcto que no haya existido el derecho de huelga- lo cual permitió que la reforma del 57-que no se pudo establecer como constitución- lo introdujera. Las fuerzas que habían apoyado la revolución libertadora no llegan a ningún acuerdo, pero hacen el artículo 14 bis. Ese articulo 14 bis contiene el derecho a huelga y otros derechos colindantes, interesantes también. Si los releo hoy no veo dificultades en incorporar el artículo 14 bis a la perspectiva de una reforma constitucional emancipatoria. Digo esto porque este es un debate de carácter teórico, radicalmente teórico, un debate jurídico. Va a exigir de todos los juristas argentinos esmerarse en justificar el término emancipatorio y en demostrar que es necesaria una constitución que por partes iguales nace del juego de fuerzas contemporáneo y nace también de cierta estabilidad y de cierta anticipación jurídica a ciertos temas que son temas acuciantes. Por ejemplo, la semilla transgénica: hay que legislar sobre la semilla transgénica en la constitución nacional. No puede legislar Monsanto sobre la semilla transgénica, que es lo que está ocurriendo. Eso tiene que tener estatuto constitucional porque si no, ¿para qué haríamos una constitución emancipatoria? Monsanto está detrás de una ley de patentes que habla de legislar sobre la materia viva a propósito de la semilla transgénica no ya de soja, sino de maíz. Se avanza hacia el maíz y finalmente se avanza hacia una concepción transgénica de la vida, y ahí sí hay un control biopolitico, ahí sí no entran sólo en el domicilio, entran en la conciencia. Ese es un dilema de la constitución emancipatoria. La constitución emancipatoria también tiene que saber hacer estas discusiones que no pertenecen estrictamente al campo de debates de un gobierno que hizo grandes transformaciones, y que los apartó para la eventualidad de ser debatidos acaso más adelante. Por eso la constitución emancipatoria es una constitución que surge de este proceso histórico-político tan interesante que vivimos. De la constitución de 1949 no se puede decir que no sea interesante, es muy interesante, una constitución totalmente renovadora, con el espíritu de un gran jurista argentino como era Arturo Enrique Sampay.

Tal vez voy a disentir un poco con lo que escuché de Alberdi, porque Alberdi es muy importante y hay muchos Alberdis, hay Alberdis odiosos y Alberdis de gran sutileza, pero no podemos perder este último Alberdi que refleja un gran pensamiento del interior del país. No veo a Alberdi despreciativo de las provincias, lo veo constituyendo la Nación como algo prioritario, quizás anterior a las provincias. A las provincias puede no gustarles eso, pero se trata de una nación emancipada también. Y por lo tanto la cuestión petrolífera en Argentina tiene que tener el subsuelo visto desde el punto de vista de la propiedad pública, la propiedad estatal, quizás no la educación, quizás las escuelas sigan siendo de las provincias. La constitución va a tener que ingresar en el terreno de la coparticipación -que es un terreno en disputa permanente, sin capacidad resolutiva ni de las provincias ni del Estado Nacional, una pelea oscura-, la cuestión demográfica argentina y por qué no el traslado de la capital. Yo no desprecio el intento que hizo Alfonsín, un intento muy importante. La reforma del 60 de la constitución permitió que Buenos Aires se incorporara a las provincias. La constitución del 53 no es tan simple, no es la constitución de Mitre, es la constitución de Urquiza y Buenos Aires no la quiere. De hecho los convencionales de Buenos Aires ni van a Paraná, que es la capital de la Confederación Argentina. Hay que respetarla mucho a Paraná como gran y bella ciudad del interior del país. Buenos Aires se incorpora en el 60 y curiosamente aparece una cláusula que no sé quien puso que, a diferencia de la del 53 que fija la capital del país en Buenos Aires, establece que “una ley especial definirá la futura capital de la nación”. Es difícil sacar la capital de la Nación de Buenos Aires, sacarla del puerto. La gran frase de Alfonsín, “hacia el mar, hacia el frío, hacia el viento”, aunque me parece que eligió mal Viedma, sigue la tradición radical de mudanza. No fue la tradición peronista,  en gran medida porque las masas populares cruzaron el Riachuelo. La formidable leyenda del peronismo impide pensar la mudanza de la capital. Buenos Aires, que hoy no es mayoritariamente un cuerpo electoral peronista, sin embargo tiene ese valor casi inscripto en la memoria mitológica argentina. Pero la mudanza de la capital tendría que ser un valor a ser discutido en la constitución emancipadora, porque si no sería muy difícil explicar por qué llamamos constitución emancipadora a algo que meramente extienda un mandato electoral o legisle sobre la extensión del mandato electoral.

Yo estoy de acuerdo con la extensión del mandato electoral. Faltaría que además la presidenta diga si está de acuerdo o no, pero aun si no lo hace yo creo que debe proseguir la discusión por la constitución emancipadora, porque tiene este rasgo utópico interesante con justa razón para las personas interesadas en el cambio social en Argentina, y agrego acá esta tradición de la medicina sanitarista en la que incluyo -no me acuerdo el nombre de todas- personas que conocí: el Dr. Hamilton, Torrens, Mario Testa que fue decano de la Facultad de Medicina en los años 70. Hay muchos conocimientos involucrados en la medicina social argentina. Creo que Floreal Ferrara, el mayor discípulo de Carrillo,  lleva muy lejos el pensamiento de Carrillo con los planes ATAM 1 y 2. Fue Ferrara el que tenía en sus manos la posibilidad de desarrollar una medicina social que hiciera equivaler, si se quiere, la construcción de edificios, la construcción de casas, la construcción de hospitales, la arquitectura hospitalaria con la arquitectura médica -como hace ese hombre tan atrevido- y la arquitectura jurídica con la arquitectura médica y con la arquitectura incluso informática. No hay que dejarles a los informáticos la exclusividad del uso de la palabra arquitectura, por lo menos acá en la biblioteca los únicos que escucho que hablan de arquitectura- más de lo que lo hacen los arquitectos. La arquitectura informática supone el conocimiento de los conocimientos, eso está ocurriendo en todo el mundo. Son también formas de dominación, a pesar de que podemos juzgarlas también como formas del progreso humano, sin la menor duda, como la arquitectura y la medicina pueden ser formas de dominación también, a pesar de que las juzgamos con razón formas del progreso humano. Y lo mismo las ciencias jurídicas.

Al proponer la constitución emancipadora creo que podemos entusiasmarnos mucho más con un gran gesto reformista en Argentina, en un momento tumultuoso, un momento complejo de las luchas sociales en Argentina. Cuando se dice “no es hora de reformar la constitución, es hora de pensar en otros términos, dejar tranquila la constitución porque eso se hace en momentos de tranquilidad” se olvida que esto no fue cierto nunca en la historia argentina: las constituciones venían siempre después de las batallas, pero nunca era tranquilo. Cuando se escribe la Constitución del 53 Buenos Aires está sitiada por las fuerzas del interior, sin el acuerdo de Urquiza, porque el interior no está convencido de que Buenos Aires se separe de la Confederación Argentina. No hay momento más tumultuoso, es un momento de guerra, absolutamente militar. Hoy por suerte tenemos menos tumulto que en 1853. En 1949 reinaba una suerte de paz peronista pero por dentro se albergaba un debate formidable. No sólo la pretensión que tenía el gobernador Mercante -gran gobernador de la provincia de Buenos Aires- de continuar el periodo de Perón instalando un gran debate en el peronismo, debate que aparentemente ha cesado pero que no cesó del todo viendo los acontecimientos actuales. Y, finalmente, tres años después de la constitución del 49 viene el primer intento de golpe que es en 1951, el de Lanusse, primer intento golpista muy temprano, y que tuvieron que esperar cuatro años más para concretar. La constitución de 1957 es la constitución del inicio de la resistencia peronista. En el sentido que el artículo 14 bis es contemporáneo de los programas de Huerta Gradne y la Falta, el “constitucionalismo sindical” de la época, que retoma los programa sociales más avanzados. El lugar donde está el conflicto social es el lugar de la reforma. Por eso introducir la categoría emancipatoria es fundamental en este caso, no por amor a las utopías sino quizás por respeto hacia el modo en que todas las ciencias pueden utilizarse como metáfora mutua y constituir un andamiaje jurídico que se anticipe a los temas que no están siendo tratados, incluso por el gobierno. Que se anticipe adecuadamente a lo que una constitución debería ser; una forma de movilización -concuerdo totalmente con lo que se dijo acá, con lo que dijo Barcesat respecto a que tiene que pasar un tiempo de debate- y una constitución de este modo puede ser un interesante instrumento, instancia u horizonte de movilización en un momento de fortísima discusión en la sociedad argentina y en el interior del gobierno.

Y digo una cosa más. Hay una tradición liberal republicana que no es desdeñable en Argentina y que hay que interrogar también. Con esa tradición va a haber que discutir y va a haber que pensar argumentos muy eficientes. El argumento acá tiene que tener una arquitectura también, capaz de ser movilizante y al mismo tiempo hablar de la esperanza y defender el concepto mismo de constitución emancipatoria, que es el que le da tensión histórica a la antigua palabra Constitución, con su rastro inevitablemente normativo.



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