viernes, 20 de diciembre de 2013

Lic. Mario Burgos

Buenas noches. Me cuesta pensar sin moverme [risas]. El PRIM Lanús es un programa de residencia integrada multidisciplinaria, esto quiere decir que integra enfermeros comunitarios, médicos generalistas, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales. En total son 40 en el caso de Lanús. Hay cuatro programas PRIM en la provincia de Bs As. A mi criterio, ésta debería ser la formación  de todos los residentes de salud del país, pero en realidad no superan los cien. Es decir que somos un porcentaje mínimo de la provincia y en el país hay muy pocas experiencias similares, lo que hace que el resto de los residentes continúen en su formación de residencia con la que tienen en sus universidades -cada cual la caracterizará a su modo-, que creo que siguen siendo absolutamente parciales.
Este PRIM tiene dos referencias institucionales. Una es el Hospital Narciso López, relativamente relacionado con su comunidad, a tal punto que aunque sea provincial, la gente lo conoce como “el vecinal”. Lógicas del conurbano: llamar a las cosas por lo que no son, pero que de todas maneras son. Este hospital, que  iba a ser cerrado, fue defendido por la comunidad y quedó así como el vecinal para la gente. El otro punto de referencia es la Unidad Sanitaria 1° de mayo, situada en Villa Sapito, límite entre Avellaneda y Lanús. Es probablemente una de las zonas más pobres de Lanús y tiene una especie de  anexo, que es la Unidad Sanitaria La Maquinita.  En esta Unidad, que era un  comedor medio convertido en unidad sanitaria por la incorporación de algunos profesionales, se despliega nuestra mayor parte de  atención al padecimiento mental. Ahí se fueron organizando  talleres, en el comienzo, por inquietud comunitaria de un psiquiatra y una psicóloga.  De algún modo se plantea -se lo mencionaba en el  panel anterior al Dr. Galli- una “mininvasión” a los barrios. Hay gente que vuelve de las instituciones psiquiátricas a los barrios. La vuelta tiene que ver probablemente con una política de las mismas instituciones, con la falta de cupo, pero también porque la gente vuelve. Y este psiquiatra, la psicóloga y progresivamente los residentes,  tuvieron el buen tino de decir: “Abrimos consultorio y en el mientras tanto, tratemos de ver que necesitan decir y qué saben hacer los que van viniendo...”. Al punto que en este momento tenemos una serie de talleres, uno de carpintería por ejemplo, atendido por pacientes.
De los 60 pacientes con diagnóstico de psicosis, un 30% tiene el trámite de discapacidad hecho. Otro 30% tiene alguna contención familiar y otro 30% va y viene de situaciones de inestabilidad varias. A estos pacientes no los “hicimos” psiquiátricos nosotros, ya venían caracterizados así: 60 de ellos inclusive tienen diagnóstico de psicosis y alguna cosa parecida y 50 tuvieron más de una internación, básicamente en el Estévez, las mujeres, y en el Borda los varones. Actualmente el Evita, que es un hospital general, tiene un cupo para 18 pacientes para crisis temporarias. Esa es la estimación, aunque ya se va instalando una continuidad en algunos. Algo a tratar: si hay gente que desde que se abrieron estos consultorios, tiene una crisis temporaria y sigue allí, podría estar reproduciéndose la manicomialización en otras instancias. Me voy a referir a este tema más adelante porque es mi ocupación y preocupación principal.
Retomo el tema de los talleres. El taller de macramé, origami, tejidos tiene 60 participantes. Hay uno de cocina y camaradería en el que en realidad no aprenden a cocinar, sino que traen cosas para compartir con los demás, por eso el nombre -un día café, otro tortas fritas o lo que fuere. Hay otro de lectura y escritura y otro de bijouterie, de 15 participantes cada uno.
Esto de la interdisciplina, la multidisciplina y la visión integral de la salud suena muy lindo cuando se presenta, pero es una fuente de conflictos permanente. Una de las características más interesantes del equipo de salud es que vive en conflicto. Hay una disputa entre las disciplinas, y dentro de las disciplinas, entre los quienes tienen responsabilidad de conducción y los residentes. En la complicación no deja de ser interesante, porque de alguna manera traslada a nuestro espacio el conflicto y la gente sigue viniendo.
Las 150 personas rotan, de manera que 85 por lo menos vienen todas las semanas, en dos días que son los martes y los viernes. Uno de los grandes conflictos tiene lugar con la psiquiatría, porque por un lado la idea es que haya interacción, paridad entre las disciplinas, no subordinación, etc. Pero por otro se le reclama que tenga todo controlado y resuelto.
En general hemos tenido, desde que me hice cargo del PRIM hace un año, un año y medio, un par de derivaciones e internación temporaria que tienen que ver con situaciones de importante amenaza de suicidio. Es el único motivo por el cual la internación se evaluó como necesaria y afortunadamente en un caso la persona ni siquiera fue al Estévez, termino derivada a un hogar. Se trata de una persona que combina una cierta situación de precariedad con un consumo intenso y prolongado de anfetamina y otras drogas y va y viene constantemente de esa situación.
Hecha la presentación general, les señalo que con el paso del tiempo, a medida que se comienza a discutir la Ley, el Plan y además, teniendo en cuenta que nuestro espacio es privilegiado en el conurbano bonaerense -ni siquiera en todos los hospitales públicos se da un espacio en el que se junten quince trabajadores de la salud mental –, empezamos a discutir la producción de un Plan de salud mental para toda el área geográfica. En general todos estos pacientes son del área, pero en la medida en que se van comunicando -cuando van a buscar la medicación al Estévez o por vinculaciones familiares- empiezan a venir de Quilmes, de Florencio Varela, de zonas bastante distantes y se hacen habitués. Una cosa que quiero mencionar porque va a tener importancia para lo que diga después es que la mayoría de esta gente fue a votar, votó. Retomaré esto más adelante.
Acoto aquí que sabíamos que en el barrio hay muchas más personas con padecimiento mental que las que estábamos atendiendo. Se cumple esto de que la gente pobre se enferma más, aunque uno quisiera que no..
Cuando empezamos a discutir la construcción de un Plan de salud mental, realmente la situación se fue complicando. Tuvimos dos, tres meses de discusión hasta que alguien -no específicamente de salud mental- plantea ¿por qué se había propuesto un plan de vinculación, acompañamiento y trabajo con  personas en padecimiento mental y no uno integral que abarque toda la salud?
Quisiera al respecto compartir algunas reflexiones sobre este punto que tiene que ver con el tema de la implementación de la ley. La respuesta implica varios aspectos y esto en lo que avanzo es ya de índole personal.
Aclaro que no me posiciono desde fuera de lo que voy cuestionar. Soy un profesional de Salud Mental, pero también me crié en el pueblo de Torres, el pueblo de la Colonia Montes de Oca (me acabo de encontrar ahora entre los presentes con el hijo de un compañero de escuela primaria. Es hoy encargado de comunicaciones de la Colonia)
Mi viejo se jubiló en esa Colonia como responsable de la portería, en el tiempo de los militares. Antes estuvo a cargo del pabellón (los llamaban “villa”) 8, el de quienes trabajaba en el tambo, la usina, etc., de alguna manera los más capaces, productivos. Se jubiló por los militares por muchas cosas, pero básicamente porque después de tener que ir varias veces a visita a varias cárceles, descubrió que entre lo que él veía en el manicomio y lo que él padecía en la cárcel no había diferencia. Y si la había, era “a favor” de la cárcel. Los presos políticos eran muy respetados por los carceleros, eran odiados, maltratados, torturados, asesinados, pero muy respetados, porque en general eran considerados gente con una capacidad intelectual y organizativa muy superior a la del personal del SPF, todo lo contrario a la consideración que recibían los internados, los alienados, como se los llamaba en la colonia en aquel momento. Mi viejo -perdón la autoreferencia- era un desocupado petrolero convertido en enfermero por las facilidades que daba este tipo de institución para adquirir la profesión practicando directamente con los pacientes. Afortunadamente para aquellos su vida le permitió acceder a un nivel de sensibilidad mayor que la media y esto se traducía en mayor humanidad en el trato.Bien, prácticamente pase la mitad de mi niñez y la adolescencia vinculado a ese establecimiento. Eso no quiere decir que mis razones sean válidas, sólo que tengo alguna experiencia sobre lo que comento.
¿Por qué un plan de salud en el espacio comunitario?
1-  Un elemento de oportunidad. La ley de Salud Mental,  su compromiso de implementación y promoción, pueden abrir una grieta importante por la que marchemos hacia una nueva subjetividad en la que pueda incluirse, de un modo que aún no podemos descifrar, todo aquello que estuvo silenciado, trastocado y sepultado por el dispositivo manicomial y los desarrollos asociados.
Entonces, tenemos la Ley. Una demostración de que no necesariamente las cosas van de abajo hacia arriba. Este es un hecho burocrático, que podemos a aprovechar o no, es nuestra decisión. Viene desde lo institucional, por más que hayamos militado antes movimientos de presión. Lo cierto es que, en este momento, encontramos una oportunidad burocrática que otros movimientos de presión no lograron.
2- Un elemento de marco social. ¿Por qué hacer esto en el barrio? Porque, a diferencia de otras medidas de inclusión que ha producido este gobierno, La Ley no tiene un sujeto social fuerte.Y las leyes y la inclusión no se sostienen sin un sujeto social que lo provoque.
A diferencia de otras medidas de inclusión,  ni la ley ni el programa cuentan con un sujeto social capaz de sostener las transformaciones y confrontaciones que abriría el desarrollo e implementación de un nuevo paradigma.
Yo estoy en esta actividad pero también trabajo con personas viviendo con VIH desde 1985 y realmente creo que es un buen ejemplo de cómo la constitución de un sujeto social obtiene cosas, pero además las sostiene cuando las condiciones burocráticas generadoras han desaparecido.
O la asignación universal por hijo: no solamente es una decisión inclusiva del gobierno, sino que está precedida por toda una trayectoria de reclamo de los gremios y del sistema sindical argentino, de la estructura sindical,Tiene detrás todas las organizaciones sociales que se conformaron con desocupadas y desocupados, de modo tal que cualquiera de nosotros está casi seguro de que venga el gobierno que venga en este país -a menos que pasen cosas muy extraordinarias- va a tener que recoger esa inclusión. Señalo aquí la existencia de algo que todavía no se produjo: el reconocimiento de que la AUH es una devolución del Estado por los años que el Estado neoliberal hambreó a la sociedad. Es una indemnización del Estado a los sectores sociales que fueron excluidos por políticas del mismo, no es un beneficio. Hay una visión de beneficio por el proceso burocrático que la genera, porque queda borrado el hecho social que la precede. Lo retomaré después, pero anticipo: ni la Ley ni el Plan de SM tienen referencia alguna al término ciudadanía. Veremos que algo se significa cuando una ley trata un tema pero no lo nombra.
Del mismo modo, la  Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad Sexual están precedidas por luchas y organizaciones que por lo menos se remontan a la década del 70 y que además no son solo nacionales, porque gracias a la globalización también vienen del afuera hacia adentro. En estos casos, la modificación de prácticas institucionales, sociales, y la que se produce en la propia subjetividad que genera este tipo de legislación, está sostenida por un sujeto que pelea. De modo que nosotros podemos ver que hace 20 años a las marchas del orgullo gay iban unas cuarenta personas de las cuales unos cuantos éramos curiosos, y en este momento son multitudinarias, y va a seguir siendo así. Perdonen la digresión, pero cuando entra el FLH -Frente de Liberación Homosexual- a la Plaza de Mayo, el 25 de mayo de 1973, eran diez, quince personas, y alrededor de esas diez personas se hizo un anillo de vacío. Nos agregamos algunos que reconocimos en el grupo al líder de ese proceso, Néstor Perlonger, por su condición de homosexual militante y porque era el jefe de organización del cuerpo de delegados de Filosofía y Letras, lugar donde se estudiaba psicología en aquel tiempo.
Volviendo, digo que los profesionales y el ámbito profesional  no alcanzamos para construir ese sujeto social. Está demostrado: las experiencias alternativas de los ´70, como el Estévez, Entre Ríos o Córdoba, o las más recientes, han sido efímeras o han tenido poca capacidad para proyectarse a nivel nacional.
El sujeto de la desmanicomialización debemos buscarlo entonces entre las personas con padecimiento mental y quienes están vinculadas con ellas. Un problema es que  hay muy pocas posibilidades de identificación, porque la locura forma parte de un dispositivo de segregación.   Pueden observar que entre las grandes demonizaciones modernas la segregación de las personas con padecimiento mental tendió a equiparar o superar el nivel de la sufrida por las disidencias políticas, la población GLTTB o las personas viviendo con vih.
La locura - esto también hay que recordarlo- es una construcción profesional, el fruto de la institución y del dispositivo manicomial. No quiere decir que no exista, sino que tiene un marco y una forma de ser presentada a la cual estamos todas y todos sometidos desde el mismo momento en que tomamos contacto con ella. Y hasta tanto no se construya un sujeto social de este espacio  humano vamos a seguir derivando en la misma actitud aunque intentemos hacer otra cosa.
La constitución de un actor social del padecimiento mental, con lo de rechazo que esto implica,  reclama acciones que revinculen a estas personas con sectores con los que puedan potenciar su inclusión; familiares, allegados, su medio geográfico de origen, personas con las que jueguen identificaciones vinculadas a la exclusión. El reclamo de reparación posible del daño infringido por el Estado y el ámbito sanitario en particular no sería un componente menor de la gestación de ese sujeto. 
El lugar de Lanús en que se inscribe la residencia, Villa Sapito, parece viable para intentar un aporte local a este proceso. En sus habitantes se condensan las formas múltiples de la exclusión 1976/2003 y buena parte de las personas que comparten el espacio de La Maquinita, están vinculadas a aquellos por lazos de familia y/o vecindad.
Volviendo a los Trabajadores de Salud Mental y nuestras disciplinas, repito que no podemos sustituir a las personas con padecimiento de mental. Esto tiene que ver con el tercer motivo
3 - Un elemento de responsabilidad e involucramiento.
El tercer elemento que justifica el pensar un programa comunitario es que los trabajadores de la salud mental no somos ajenos al proceso de destrucción que generó el sistema manicomial, somos parte de ello, nos formamos en la misma perspectiva por más que hayamos trabajado en contra.
Y la manera de romper esto no es solo epistemológica. El contacto y la interacción con estas personas en el espacio en que pueden ser menos débiles, esto es en sus propios barrios, en su propia comunidad, es la manera política de intentarlo. Para romper con el paradigma de la locura actual, necesitamos que estas personas se empoderen, de algún modo vinculadas a sus familias, a sus barrios, que se generen circuitos de identificación que hagan que otros excluidos los contengan y los devuelvan a un marco colectivo de ciudadanía. Por supuesto que esto va a ser muy confrontativo, no hay duda.
¿Por qué hacerlo? Por ellas y ellos y por nosotros. Los profesionales también  somos parte del dispositivo que dejó a esas personas sin ciudadanía, el que generó la justificación para ese despojo, en el que se generaron prácticas de alienación que construyeron la locura tal cual la conocemos. Y ese dispositivo, el manicomial, del cual el manicomio es hoy por hoy la parte más visible, la más desagradable y por tanto la más fácil de cuestionar y dejar atrás,  el dispositivo manicomial está aún intacto, persiste en nuestras prácticas y abordajes, en el objeto que construimos, en las corporaciones en que nos referenciamos y llevará  bastante tiempo de ejercer nuevas prácticas,  en un marco social y en vinculación con un actor no subordinado, para que se den las condiciones para la construcción de nuevas relaciones, nuevos conceptos y nuevos abordajes.
El sistema manicomial sigue vigente como estructura teórica, como concepción ideológica y como estructura  material, y además en tiene como marco un sistema de salud que fundamentalmente está basado en la perspectiva de trasladar recursos sociales y públicos desde el sistema público al privado. Este es el problema. Estamos expuestos por lo tanto a un proceso que ante cualquier cambio de perspectiva política puede generarnos una serie de pequeños psiquiátricos convertidos por obra y gracia del trabajo de tabicamiento(en anexos–clínicas, hospitales de día, etc.) de instituciones generales donde el paciente vuelva a ser sentado en una silla a dormir.
Nuestras disciplinas necesitan de estos nuevos actores y nuevas condiciones para que podamos repensar el padecimiento mental a la luz de esas experiencias
Pongamos, como ejemplo, las elecciones 2013. En algunas instituciones se promocionaron entre los pacientes. En Cabred, Estévez,  Ramos Mejía (La Plata), Taraborelli (Necochea), 250 manifestaron su deseo de votar y lo concretaron. También 4 en El Sauce, Mendoza, otros en Melchor Romero (PBA). Es un paso, pero un paso de gigante hacia la recuperación de ciudadanía por parte de estas personas.
Se invocó en esta actividad un párrafo de la Convención internacional de los derechos de las personas: "participar plena y efectivamente en la vida política y pública, en igualdad de condiciones que los demás”. Detengámonos en esta definición, de ésto los había excluido el dispositivo manicomial. En primer lugar de su condición de ciudadanos y a partir de allí,  de los derechos que ella implica
El 24 de marzo de 2004, un presidente dijo: "vengo a pedir perdón de parte del Estado argentino..."   Fue además de un hecho político, un hecho sanitario. El más importante y de mayor alcance que se haya producido en esta última década y no viene de nuestras profesiones sino del ámbito político. Ese día, el Presidente de la Nación le dice a la sociedad argentina que le quiere pedir disculpas en nombre del Estado argentino por las barbaridades del genocidio. En un mismo gesto (continuado por el “no les tengo miedo” y la bajada de los cuadros, Néstor Kirchner mensura la magnitud de un crimen como el genocidio, identifica a los culpables, establece la responsabilidad del Estado como único espacio y sujeto con el poder suficiente como para impedir, perpetrar o castigar un crimen colectivo cometido por la totalidad de sus aparatos represivos, suprime el "todos somos culpables" por el “puedo acompañar, reclamar, difundir lo que se haga por memoria, verdad y justicia" y con todo ello hace un corte, tan amplio como es posible, entre estas aberraciones del poder y nuestras  culpas individuales más primitivas, aquellas que sostienen nuestra sociabilidad, nuestro acceso al amor y  a la productividad.
Nuestras profesiones de Salud Mental, desde cada profesional individual hasta las corporaciones,  aún le debemos ese corte a todas las personas con padecimiento mental, a aquellas que quizás puedan disfrutar algo de lo que se abre con la nueva legislación,  también a quienes no pudieron verlo. Como aquel gesto junto a la ESMA, éste gesto es necesario para construir una nueva sociabilidad, en la que aquellos que viven algún padecimiento mental queden dentro con pleno derecho. Nueva sociabilidad en la que la locura, relativamente librada de  las mil formas de violencia con que se la quiso sepultar, se ofrezca en su diferencia a una nueva mirada, nuevas relaciones, nuevas posibilidades de vínculo.
Estamos aquí seguramente, entre la parte profesional que ha bregado por los cambios que hoy se viven, pero creo que no alcanza si vamos hacia ellos prescindiendo del papel histórico de las profesiones en las que nos referenciamos.
Ellas brindaron los argumentos, mediante la figura del "”incapaz"” y las mil construcciones que empujaron  a la locura fuera de lo humano y habilitaron la sustracción de ciudadanía.
Hay una noción común en todas las  noseologías  que se han creado sobre la locura: los que nos consideramos cuerdos habríamos accedido a algo -orgánico,  simbólico o experiencial- de lo que carecen quienes la padecen. Ello establecería en ellos/as una subjetividad precaria, limitada. En términos freudianos, la casi imposibilidad de amar, producir y socializar que caracterizan la vida humana.
Otro elemento casi universal es reconocer que las personas con padecimiento mental encuentran a nuestro mundo tan amenazador como ajeno e inaccesible.
Por último, compartimos el reconocimiento de la ciudadanía como fuente de identidad en las sociedades modernas. Quien no accede o es excluido de ella entra en un cono de invisibilidad, aislamiento y exclusión que lo expone a todos los males.
Aún no encontramos el modo de que aquellas personas accedan a lo que les falta ni estamos seguros de saberlo. Cambiar el mundo por completo también nos queda lejos, pero sí podemos hacer algo por ellas: restituirles de modo fundado su ciudadanía y con ello  eliminar aquello que el Estado, su sistema de salud y nuestras profesiones hicieron para suprimir la subjetividad de estas personas y para que el mundo les resultara más extraño e inhóspito. Y reconocer, como condición para que también nuestras profesiones puedan librarse de aquello que nos hace más inabordable la locura, qué hicieron estas profesiones para justificar  las prácticas e instrumentos con los que se amplificó el padecimiento mental y se completó la desubjetuvación de tantas personas. A saber: retiro de documentos, chaleco de fuerza, baños de presión con agua fría,  electroshock,  shock químico, lobotomías, uso de medicamentos comprobadamente inútiles, prácticas sexuales forzadas por imposibilidad de acceder a prácticas consensuadas, etc. Reconocer todo esto incluso quienes no creamos ni realizamos algunas, pero igual convivimos con ellas.
Por supuesto que se trata de un imperativo moral, pero entiendo que es la vez la condición para que nuestras profesiones den un salto a la medida de lo que la nueva Ley habilita.

Vicente Galli
Voy a ser muy breve. Mario Burgos dijo muchas cosas muy importantes. Creo que la Ley Nacional de Salud Mental, desde el momento que encara todo esto vinculado con la salud mental, apoyado en los derechos humanos y en la defensa de los derechos de los ciudadanos a mantenerse como tales, engancha totalmente con esta perspectiva. Lo que falta es justamente hacer la vinculación  con la formulación desde los derechos humanos, y lograrlo. Pero justamente la experiencia de lo que se ha avanzado en el país desde que se formularon los derechos humanos como una promesa, como un pedido, como un deseo, más todo lo que se ha trabajado y se sigue trabajando y lo que sigue apareciendo, como los archivos secretos en la aeronáutica, por el trabajo insistente de una cantidad de gente que al final logra convencer para que alguien dentro de la fuerza diga por fin “ahí adentro hay algo escondido que sirve”, da cuenta de lo que va a ser la larga lucha para adelante y de lo que se puede ir logrando... Una sola cosa más sobre una de las  múltiples cuestiones de las que habló Mario. Antes hablamos de experiencias dentro de las lógicas manicomiales intentando cambiarlas, en la comunidad intentando que la gente no vaya al manicomio, y entre las cosas que planteó Mario, está la experiencia de la gente que vuelve del manicomio al barrio, que ahí hace algo, y mucho. Y parece que se puede hacer y bastante. Una de las cuestiones vinculadas con la ciudadanía es tener trabajo. Creo que esos talleres son también una posibilidad de comenzar a ver cómo se puede organizar algo que se produzca como actividad donde el ciudadano tenga alguna ganancia por lo que hace. Es una manera de ganar ciudadanía.



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